«La realidad supera a la ficción», con esta frase nos despedimos de Rosa y Mª Carmen, que a modo de ángeles nos guiaron ayer por el camino de la solidaridad.
Es difícil y muy duro expresar con palabras lo que vimos. A las 20:30 estábamos citados en Torre Picasso en plena Castellana para dar inicio a lo prometido: el reparto de las bolsas de la esperanza, fruto del concierto celebrado en el Ateneo con las aportaciones de las personas que allí asistieron a la actuación del» Coro de Actores de Madrid «para personas «sin techo» y en riesgo de exclusión social.
Caminamos por los recovecos de Azca, por sus intrincados pasillos donde se da la paradoja de la riqueza frente a la pobreza, que es la que intentamos aliviar; a los 10 minutos de andar, la primera familia de los «sin techo». Una niña de apenas 18 años nos comenta su situación; chapurrea el español pero se la entiende. Vienen de Constanza, Rumanía.» El viaje en autobús dos billetes de los grandes a cada uno» nos confiesa; pero ¿dónde está la España de las oportunidades?. Dice que no pueden aguantar más de 15 días y que se van a marchar. Atónitos reciben los presentes, mantas, ropa, una radio, galletas…acuerdan repartirlo entre todos y nos despiden entre sonrisas y sollozos con el corazón y un fuerte abrazo.
Seguimos nuestro camino de la mano de nuestros ángeles Rosa y MªCarmen. Hacen esto desde hace 15 años y se las ve tan entusiasmadas como la primera vez. Nos encontramos con Omar de 59 años,delgado, casi sin dientes y una pequeña barba. Está cenando lo único que ha conseguido esta noche, un plátano. Nos dice que es de Siria, de profesión albañil y que ha venido en un largo viaje a través de Europa pero que ya está aquí. No tiene papeles y aspira a encontrar un trabajo digno. Le entregamos la bolsa con la esperanza de que mitigue su duro presente y le animamos para que consiga documentación y trabajo. Le prometemos hacernos eco de su voz en la radio y que no le abandonaremos.
Finalmente en coche vamos a Chamartín. Vemos «sin techo» acampados entre contenedores de basura; ahora no están. Seguimos y en las proximidades de un puente ,entre barro encontramos otra familia. Querat, chatarrero, cuenta las monedas conseguidas tras muchas días de sufrimiento. Tienen un fuego y están calentando lo poco que tienen, todo tirado por el barro. Cuando nos ven no se lo creen. Les explicamos que las bolsas del corazón son para ellos.
El hijo de Querat se arrodilla y nos da las gracias, le levantamos del suelo y le damos un fuerte abrazo. Una niña de 17 años nos sonríe. También son rumanos; tenemos que irnos, empieza a llover un poco ¿qué será de esta familia?¿cuál es su futuro? Nos hemos encontrado y no podemos decir que estemos satisfechos ante las grandes necesidades que hemos visto pero sí de que» la realidad supera la ficción», que hay mucho por hacer y que como dijimos en el concierto del Ateneo hoy nos hemos sentido si cabe, un poquito más humanos. Hasta siempre y hasta pronto queridos amigos.
ÁNGEL ANTONIO