DIOS, ¡qué grande suena!. Para José Antonio, pastor de profesión y con una orden de alejamiento de sus padres y de su mujer por ciertas conductas agresivas, Eduardo Cuenca Fernández, propietario de 3 casas-residencias en Cabanillas del Campo en la provincia de Guadalajara, debe ser alguien muy similar.
José Antonio convive en una de esas tres casas-residencia denominada Asistencial Luz María Ibáñez con un compañero ciego que padece un trastorno mental, otro compañero con Parkinson y otras personas con distintas patologías mentales o con discapacidad intelectual.

José Antonio, atendiendo parte de los animales que tienen en la residencia «Casa tutelada Las Jaras»

El régimen de convivencia es el mismo para todos. De nada sirve que entre los nueve residentes esté el sobrino carnal de un ex presidente sudamericano muy conocido en España. Si entre sus tareas diarias tiene que fregar platos, ese día friega platos.

Tuve el placer de comer en la mesa con Eduardo Cuenca y sus residentes unas estupendas lentejas. Recuerdo cómo al compañero ciego le sirvieron primero un gran plato de lentejas con un enorme chorizo en medio del plato. Pensé en levantarme para cortarle en trozos el chorizo (lo hago habitualmente con mi compañero Paco Forte), pero pensé: «están en su casa, no me voy a meter donde no me llaman». Apenas me había echado el vino y había partido mi morcilla y mi correspondiente chorizo se me ocurrió mirar de reojo a mi vecino ciego y ¡se había comido el chorizo y casi todas las lentejas!, estaba claro que no necesitaba mi ayuda.
Todos se apoyan como buenos amigos que viven en una casa compartida, ya que la filosofía de estas casas (son tres diferentes) es que cada usuario se encuentre como en su casa y cuando viene a visitarle algún familiar, sean éstos conscientes que van a visitar a su hijo o familiar a su casa.
Me llamó la atención que todos comíamos lo mismo, cuidadores, invitados y mis nuevos 9 amigos. Lentejas y ensalada y nadie se quejaba. Está claro, mañana cocinará otro y por respeto  y por solidaridad «todo está bueno».
Eduardo lleva tres años con este proyecto de ayuda a personas con «capacidades diferentes» bajo la premisa de que todos se tienen que sentir a gusto hasta que salgan rehabilitados o mientras vivan allí. Dice a quien quiere escucharle que es muy importante para trabajar con estas personas tener paciencia, sencillez en el trato y tratar de contar siempre la verdad. No son niños, son personas mayores.

Eduardo en el jardín de una de sus casas residencia.

Eduardo tiene una formación religiosa con los Jesuitas, si bien da total libertad de pensamiento a sus usuarios. En cada casa se ve una figura religiosa, incluso en el proyecto más reciente. Ha conseguido la cesión gratuita de unas dos hectáreas de terreno (20.000 m ) donde cultivan todo tipo de verduras, crían dos corderos, gallinas, una cerda que pronto les dará nuevos cerditos y una vez criados harán una fiesta-matanza con los familiares que se quieran unirse a la fiesta, etc, pero desde luego aquí tampoco falta la figura religiosa.

Cerda a punto de parir

    

Campo con diferentes verduras.

Puede que le extrañe querido lector cuando le diga que después de comer en el garaje-comedor me ofreció un cigarro uno de los jóvenes que allí vive. Me ofreció fuego el propio Eduardo y cuando le pregunto si allí se puede fumar, me dice que siempre que te autoricen los demás sí, aquí todos nos sentimos en casa. Y en esta casa no está prohibido fumar.

Sin lugar a dudas, el trato de confianza y el tener todos unas actividades diarias han hecho que estos tres proyectos (Asistencial Luz María Ibáñez, Casa tutelada Las Jaras y Casa San Julián) sean un modelo de rehabilitación y de convivencia muy interesante para estudiar y dar un paso más en los derechos de las personas con discapacidad.
Y para que no me olvide, los usuarios también pueden enamorarse y tener una vida en pareja todo lo placentera que su estancia en una casa.-residencia con otras personas pueda tener.
Solo encontré una puerta con llave, el despacho del director. Además de por la documentación con el historial de cada residente, es aquí donde se guarda la medicación de cada uno de los residentes.

Despensa con conservas realizadas por los usuarios de estos centros.

Este proyecto de convivencia es muy solidario, donde la comida es plantada, cuidada, desarrollada y guisada por todos en diferentes turnos y donde todos tienen la responsabilidad de convivir con los demás sin obligación de explicar las inclinaciones sexuales de cada uno o el motivo de su inclusión en esta casa-residencia.

Si a mi me obligaran a vivir en una residencia por padecer algún problema mental, quiero dejar claro que este es un sitio donde me encantaría vivir.
Por si alguien tiene más interés en conocer estas casas-residencia en esta tierra tan acogedora de Guadalajara pueden llamar al teléfono 629 070 046 y preguntar por Eduardo Cuenca
José Manuel Dolader
Labarandilla.org